Muchas veces escuchamos decir que el Rosario es una oración repetitiva pero, lo importante de la insistencia es que incluso el Señor siendo tan humilde, se compara con el juez inicuo, un juez indolente al que incluso en hay que suplicarle que nos haga justicia.
Las repeticiones en las oración del Rosario no abren el corazón de Dios, sino del hombre
Braulio Rodríguez Plaza,Obispo de Salamanca
Sobre el preguntar inquieto y dolorido del hombre arroja también su luz la Palabra de Dios: Vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden. He aquí el fruto de la oración, a la que Jesús nos invita.
Me gustaría acertar con las palabras exactas al escribir oración. Por circunstancias extrañas, al hombre de hoy la palabra oración le hace sonreir o torcer la cara con un gesto displicente o de desprecio. La extraña reducción de la oración al rezar, y más aún al rezar para pedir, hace difícil volver a entenderla en su justo sentido. Me gustaría, por ello, acertar al decir lo que entendemos por oración: Una mirada sosegada a Dios para dejarnos envolver en su luz y obrar en consecuencia. ¿Será esto recibir el Espíritu, que el Padre no niega a los que se lo piden?
Es un dato de experiencia vital, aunque parezca lo contrario, que las cosas no llenan al hombre, que le dejan siempre con hambre, cuando no con un vacío mayor. El hombre y la mujer le piden siempre más a la vida.El hombre y mujer de oración sólo le piden una cosa: su realización como imagen viviente y reflejo de Dios mismo. La oración, así, da la justa perspectiva, las justas proporciones, la relación exacta entre su ser y las cosas.
Y a orar nos invita el evangelio de hoy. Creo necesidad urgente del hombre actual redescubrir la oración como fuente de sentido y de riqueza interior.No como rezo mecánico, sucedáneo de fórmulas mágicas para obtener lo que nos interesa o para sentirnos consolados.Creo necesidad urgente repetir las palabras de los discípulos a Jesús: Señor, enséñanos a orar.
¿No hemos perdido el sentido fundamental de oración? ¿No hemos acentuado demasiado en ella la dimensión individual, egoísta, haciéndola cosa propia para nuestros problemas o situaciones difíciles, convirtiendo a Dios en tapa-agujeros?
La insistencia de Jesús ante sus discípulos, para que éstos oren, se traduce en esa deliciosa párabola, tomada de la vida corriente palestinense, donde se molesta al padre, ya acostado con sus niños, para que preste tres panes al vecino que, en su corta despensa, no tiene qué ofrecer a sus amigos venidos de viaje: ¡Cuánto más vuestro Padre celestial dará al Espíritu Santo a los que se lo piden! Merece la pena orar a este Padre.
Referencias
Archidiócesis de Madrid
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