Viaje a la luna, Cyrano de Bergerac
Era de madrugada y el frio intenso, al sonar el despertador me preparo con chamarra, chaleco, guantes pues la temperatura era bajo cero aparentemente, en algunos lugares del Estado se registraron de menos 6 grados. La súper luna podía verse ya pronto en el ocaso, no pude fotografiarla de regreso por más que ajuste los filtros, entre el asombro y el sentimiento que me había quedado luego de pasar mi hora de adoración eucarística el viernes a las 3 de la madrugada.
Al llegar expuesto el Señor esperando, al entrar me quito la capucha de la chamarra y el gorro andino que me cubría la cabeza, es importante cubrírsela en épocas de frio para evitar que la temperatura corporal se disipe como si fuésemos velas. Un amigo profesor estaba en su hora, lo saludo y voy al frente, me arrodillo, persigno y saludo “al jefe” con pensamientos muy personales: agradecimiento, alegría y adoración, en ese momento trato de recordar todas las intenciones que uno lleva para presentar a sus pies.
Después de un rato me siento y saco de la bolsa el rosario que tengo colgado en el retrovisor, comienzo a rezar los misterios en latín, una disciplina, pero más que nada es una necesidad pues como he contado en varias ocasiones durante la opresión del demonio que sufrí hace unos 5 años, éste me cambio las palabras en la mente y no podía rezar en español, maldiciones y blasfemias era lo que pensaba, lo cual me provocaba aún mayor sufrimiento. Pero de esto habré de escribir en otra ocasión, solo recomiendo usar nuestra arma de ésta manera, es más poderosa.
El estar cerca de Dios puede a uno llevarlo a creer que existe cierta "sociedad" y que la amistad que privilegiamos, las manifestaciones de amor y signos que recibimos los adoradores eucarísticos en muchas ocasiones, nos da ciertas prerrogativas con el Señor, pero no es así.
Cuando vio Yahveh que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo: "¡Moisés, Moisés!" El respondió: "Heme aquí." Le dijo: "No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es tierra sagrada." Y añadió: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob." Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios. (Éxodo 3:4-6).
Me parece que muchos de nosotros por la secularización o el relativismo perdemos el sentido de lo sagrado y nos pasa lo que a Moisés quién se acercó a la zarza “para mirar”. El Dios que se manifestó en esa ocasión es el mismo presente en todos los tabernáculos, relicarios, ostensorios e incluso en las personas que regresan de la fila de la comunión, alguna reverencia es debida pero además el asombro por la divinidad quién creó el cielo y la tierra vive en medio y dentro de nosotros.
Recuerdo que en tiempos en que vivía mi papá, la gente como él que usaba sombrero se lo quitaba cuando saludaba a una mujer, no sé si el respeto era mayor entonces solo recuerdo que tales manifestaciones eran mucho más evidentes. La gente del campo, quizá por estar más cercanos a la tierra son más humildes y pueden ver a los demás y a Dios en otra dimensión. En Japón la cultura tiene un arraigo especial sobre la reverencia a los demás pues significa que hay una “chispa divina” en el prójimo y por tanto se dice “yo adoro a la divinidad que habita en ti” y por eso se inclina la cabeza. Si los cristianos católicos entendiéramos que en el hermano habita Cristo, muchos de nuestras diferencias serían más llevaderas, viviríamos en paz como en tantas comunidades de fe, no nos faltaríamos al respeto.
Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios. (2 Tesalonicenses 4:7)
Lo mismo pasa con las imágenes religiosas en la carretera, mientras viajaba hace unas semanas en un transporte público me di cuenta que un lugareño en medio de tantos estaba consiente que pasaríamos por enfrente de una capillita de Nuestra Señora de Guadalupe y se persignó, en medio de todas esas personas que viajan todos los días por el mismo lugar solo él estuvo al pendiente de la cercanía del lugar, muchos perdieron la fe otros solo la devoción. Las personas tenemos pereza de respeto, disponemos de los demás, también el presentismo que permiten las tecnologías nos hacen víctimas de las faltas de respeto de los demás, nos hacen olvidar los consejos del Papa Francisco: “Permiso, perdón y gracias”.
Eso nos puede pasar con el Señor en la adoración eucarística, nos olvidamos de su divinidad por alguna razón, el egoísmo nos hace pensar en nosotros y vamos a adorarnos a nosotros mismos. Quizá eso fue lo que me ocurrió en ésta ocasión.
Habiéndome sentado y viniendo del frio de afuera de la capilla pensé decirle al Señor: “Voy a ponerme de nuevo el gorro para que no me dé frio” y eso hice. Luego de casi terminado el primer misterio me venció el sueño y desperté media hora más tarde, lo sé porque el reloj está ahí pero el gorro ya no estaba en mi cabeza sino en mi mano izquierda sobre la rodilla.
Bendeciré al Señor que me aconseja, ¡hasta de noche me instruye mi conciencia!, Tengo siempre presente al Señor: él está a mi lado, nunca vacilaré. Por eso mi corazón se alegra, se regocijan mis entrañas y todo mi ser descansa seguro. (Salmos 16:7)
Extrañado, confundido, apenado ¿cómo es que me quité el gorro si yo no accedí a ello? ¿Es que no sirvió haber pedido permiso?, claro pedí permiso pero no me fue otorgado y el resto de la media hora se me fue en meditar al respecto. Me preguntaba si era más importante descubrirse la cabeza que no quedarse dormido, pues el Señor ha sido claro al respecto pero en ese momento venían a mi mente citas bíblicas respecto al respeto y la reverencia con Dios.
Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: "¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora?. Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil". Se alejó por segunda vez y suplicó: "Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad". Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar (Mateo 26:40-45)
Salí con las debidas oraciones y reverencias de la capilla y la "super luna" se estaba ocultando y se miraba roja, enorme e imponente, me detuve para tomar una fotografía y mientras buscaba la manera de que saliera mejor, lo cual no ocurrió, continuaba el diálogo antagónico en mi interior.
A: Acabo de estar con quién hizo ésta luna tan impresionante, pero ¿por qué el Señor no "agarró la onda" si hace frio?
B: Agarra la onda tú ¿que no sabes con quién estás?
A: Claro, pero me quedé dormido ¿qué no es más irrespetuoso eso?
B: No hacía tanto frío allá dentro como aquí afuera, además si hubieses sufrido ese pequeño inconveniente no te hubieses quedado dormido.
A: ¿Pero cómo le hizo para que me quitara el gorro?.
B: ¿Y eso que importa?, tuvo que hablarte inconsciente para que obedecieras y mostraras un poco de piedad.
A: Bueno si, la otra vez me tocó ver a una señora que estaba de plano acostada en la banca de madera, pero esto no es para tanto.
B: Pues tú que siempre andas llamándole la atención a la gente, ahora, ¿a ver?.
A: Bueno.
Entonces la reflexión se hizo insomnio y arrepentimiento, pero todavía no paso del asombro. También me pregunto sobre tantas personas que pasan por los sagrarios sin hacer una sola reverencia, muchas personas no saben quién habita en el Sagrario y ahora me siento como el hermano del “hijo pródigo” tratando de justificar lo injustificable. (cfr. Lucas15:28).
No desprecies, hijo mío, la corrección del Señor, ni te disgustes cuando él te reprende, porque el Señor reprende a los que ama como un padre a su hijo muy querido. (Proverbios 3:11)
Han echado en olvido la exhortación que como a hijos se les dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige y azota a todos los hijos que acoge. Sufran para corrección de ustedes. Como a hijos los trata Dios, y, ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige?. (Hebreos 3, 12:5)
¡Feliz el hombre a quien Dios reprende y que no desdeña la lección del Todopoderoso!. Porque él hiere, pero venda la herida; golpea, pero sana con sus manos. (Job 5:17)
Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! (Apocalipsis 3:19).
Creo que el Señor ha sido muy bondadoso conmigo y me ha dejado una hermosa lección que no olvidaré, mandó a unos ángeles, me inspiro o bien podría haber sido un reflejo involuntario del sueño dirían algunos incrédulos. Aquí es cuando confirmo, personalmente, que Dios si llama la atención e incluso castiga, con amor. Todo un debate se hizo hace unos años al respecto en las redes sociales entre comunicadores católicos y religiosos que le “entraron al quite”, no les voy a decir quién ganó porque aquí no hubo ganadores más que nosotros que pudimos ver los argumentos. Sigo creyendo, por la misma Escritura que las catástrofes naturales, no queridas por Dios, sirven para llamar la atención a todo un pueblo para que cambie hacia el bien, hacia Él.
Estamos en tiempos de adviento México: ¡vuelve ya, a ser siempre fiel!, quitate el sombrero.
Espero escribir otras experiencias que no he tenido oportunidad de compartir. ¡Bendiciones!.
4-dicVer también:
Adoración Eucarística - Marino Restrepo
...Ese mismo Dios que le habló a Moises es el mismo que está en la Eucaristía, si usted se pasa el tiempo suficiente frente al Santísimo Sacramento su rostro se iluminará como el de Él...
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